Ensayo: Crítica y compromiso.

1. Introducción

En mi reflexión sobre el ejercicio y la importancia de la crítica voy a poner el énfasis en la relación crítica y autor más que en la representación teatral, dado los años que llevo atado al oficio de escribir dramas y farsas, a fin de cuentas lo que llamamos existencia también podría definirse como una sucesión de dramas y comedias que concluyen con  el viaje sin retorno del ser humano.


2 El fílósofo en escena

Siempre es de agradecer la atención que el hecho teatral ha suscitado en el ámbito filosófico, pese a que las claves de interpretar el significado del drama y las razones profundas del hecho escénico parecen ser patrimonio del siglo XX en adelante. Una propiedad cuestionable, de ahí la motivación de realizar un viaje raudo por el tiempo a fin de toparnos con el origen de la teoría teatral en la Poética de Aristóteles. ¿Es un desatino definir a Aristóteles como el primer crítico teatral de Occidente? Su ideas de la catarsis, de la purificación del espectador, su sistema de valores, su distinción de los géneros teatrales, la ubicación de la tragedia en la cúspide del teatro al reflejar el sentimiento trágico de la vida, esa idea de lo sublime que muchos siglos después Kant y Hegel, entre otros pensadores volverán retomar y analizar.

En efecto, Kant nos hablará, más «con ojo de observador que de filósofo», por utilizar una expresión suya, sobre la naturaleza creadora, reflexionará sobre los juicios estéticos para centrarse en lo bello y lo sublime, dos categorías estéticas, dos emociones distintas que se dan en el interior del ser humano, en la naturaleza y en la obra de creación. Qué bello día, qué grandiosa noche, qué bella comedia, qué sublime tragedia, qué grandeza rezuma Edipo Rey o Hamlet, qué deliciosas comedias Las alegres casadas de Windson o Sueño de una noche de verano. El autor de La razón pura dedica, aunque sea por breve tiempo, las luces del entendimiento para meditar sobre el fenómeno estético. El que tiene por oficio pensar, y pensar hondo, como ocurrió con Nietzsche, influido por la vitalidad y profundidad de la tragedia griega, se preguntará qué es un dramaturgo y responderá: quien tiene la capacidad de metamorforsearse y vivir en otros cuerpos y otras almas. Y ahora preguntamos nosotros, ¿a qué se debe esa necesidad de cambiar de piel, de psiquismo propio? ¿Cuál es la causa, el motivo, la necesidad, el objetivo? ¿Por qué renunciar a ser por un instante, un tiempo, el individuo que somos para surgir con otra apariencia, otra sensibilidad, otra concepción ideológica, otros valores morales e intelectuales y pertenecer a estamentos sociales diversos? ¿Qué necesidad hay de dejar de ser uno mismo para ser otro? ¿Qué mueve a ello? ¿Qué busca en ese juego de disfraces, de personajes, el dramaturgo? ¿Por qué escapar de su realidad para sumergirse en otra que le es ajena? La respuesta no es fácil, quizá se den un abanico de motivaciones. Tal vez busque el conocimiento, los resortes, las motivaciones últimas de la naturaleza humana y qué mejor manera para conocer al otro que instalarse en el interior del horno donde se cuece su personalidad, es decir, en la propia raíz donde se configura la entidad humana. Y hay más. Si la existencia es efímera, limitada, ¿por qué no intentar una vida en plenitud sumando un cúmulo de existencias a la suya propia? Y ese vivir en otros cuerpos y otras almas a las que se alude Nietzsche encierra más motivos. Si aspiramos a un mundo más solidario que el existente necesariamente habrá que combatir a quienes obstaculizan el progreso social y humano. Entonces qué mejor estrategia que perforar e introducirse en la cueva psíquica individualizada de quienes obstaculizan una aldea global más igualitaria, sin desposeídos. El universo mental del genocida, del autócrata, del opresor, del manipulador de personas e ideas, del profesional de la discriminación, del especialista en encumbrar y oscurecer para su propio negocio personal, toda esa fauna depredadora que suele encantar con la música de su pluma y oratoria hay que conocerla a fondo y qué mejor vía de exploración sobre su estructura mental que tratar de introducirse bajo su epidermis y explorar cómo llegó a configurarse un corazón y una mente que nunca llegarán a preguntarse como lo hiciera el filósofo: qué debo hacer para ser feliz sin ser injusto. Y es más, a la capacidad del dramaturgo de vivir en otros cuerpos y otras almas, como apuntaba Nietzsche, habría que añadir la aptitud potencial del autor teatral en crear poesía dramática, hoy en vías de extinción, y que nada tiene que ver con la idea del poema dramático alumbrado sólo para la retina del lector. Pienso en el extraordinario Fausto de Goethe.

3. Sobre la palabra teatro

Antes de centrar la reflexión en torno a la crítica, evoquemos un instante la palabra teatro. Nuestro concepto del mismo dependerá del papel que nos haya tocado desempeñar en el mundo de la escena. Para un actor, teatro es esencialmente interpretación. Para un autor, supone escritura teatral, para un escenógrafo, un espacio escénico que exige una plástica, una atmósfera; y para un director, teatro es puesta en escena. A veces, todos los ingredientes vinculados a lo escénico pueden estar más o menos integrados en una misma cabeza. Entonces se tiende a decir que estamos ante un hombre de teatro total. Pero todas estas realidades nunca suelen darse en estado puro, otras veces sí. Hay, como sabemos, actores-autores, autores-directores, directores-escenógrafos, autores-teóricos, teóricos-directores, etc.

4 Vivencia personal

Por un momento me tomo la licencia de hablar de mi experiencia personal como crítico. Hace tres décadas y durante varios años ejercí la crítica teatral en un periódico de México y por breve tiempo en un semanario aquí en España. También dirigir la revista Art Teatral motiva a indagar sobre los ingredientes básicos de la obra de teatro, sobre los pilares en que se sustenta la arquitectura dramatúrgica de una obra: idea, argumento, acción, personajes, trama, conflicto, diálogos… Ese vivir la crítica desde dentro ayuda a conocer mejor la complejidad de la vida teatral. Y es que no es fácil ser objetivo y juzgar el trabajo creador. Juzgar es cosa de magistrados, se puede juzgar la calidad de un vino, de un menú, de un deporte, de un lienzo y, claro, está de un espectáculo teatral. Con esas premisas intentaba hacer una crítica donde primara más que la firma el valor de la obra y los hallazgos de la puesta en escena, caso de que los hubiere. Al ocupar una butaca de crítico siempre cabe la posibilidad de toparse con una poesía del espacio, ceremonia de sensaciones y emociones humanas como deseaba Artaud. Y también, alejándonos de Artaud, con una alta literatura dramática al servicio de la escena, con calidad y potencia expresiva en el diálogo, plenitud y complejidad en los personajes, teatralidad y una acción derivada de un conflicto que conmueva al espectador y eleve su conciencia crítica.

Durante esa etapa y ejercicio de la crítica sin duda salpicada de errores, subjetivismos y presiones ambientales, valga el eufemismo, estaba en mi ánimo motivar al espectador a ver funciones que le inquietaran, que le aportaran una visión crítica y lúdica de su hora histórica. Una crítica teatral, pese a las escasas de líneas que dispone, siempre pueda hallar un hueco, un espacio para exponer en una pincelada más o menos subliminal la importancia de que los escenarios sean receptivos al mejor teatro de nuestro tiempo y reivindicar que los autores vivos más hondos y creativos puedan mostrar a sus hijos de la fantasía bajo un foco para beneficio no sólo del autor y de la comunidad teatral, sino de la sociedad misma.

5. El papel del crítico

Cuando se habla sobre una posible regeneración del teatro, sobre cómo revitalizar la escena y potenciarla con la mejor sabia de todos los tiempos y de la sabia actual, el papel del crítico es fundamental.

Todos sabemos que el ejercicio de la crítica teatral objetiva no es fácil. Se requiere una cultura teatral sólida, una capacidad de reflexión teórica, aptitud para argumentar o justificar los juicios de valor vertidos, una sensibilidad para percibir el fenómeno estético, y la importancia de ser un individuo moral, pues le va a tocar ejercer su tarea de crítico en un medio contaminado. Todas las profesiones tienen algo de jungla, mil peligros y trampas acechan. Una crítica elogiosa da prestigio, ayuda a la obra a mantenerse más tiempo en cartel, facilita premios, eleva el caché del espectáculo. Es más, sin un puñado de buenas críticas difícilmente un espectáculo será contratado durante su proyecto de giras dentro y fuera del país, críticas y vídeo del espectáculo incluido. ¿Quién dijo que el papel del crítico es hoy día irrelevante? Con respecto al autor, a su cotización en la bolsa de valores teatrales, el juicio que la crítica haga del mismo ayuda a su reconocimiento o devaluación. Es decir, el autor, su proyección, el tamaño de su nombre están vinculados, en alguna medida, a la opinión que el crítico tenga de su creatividad, también a los juicios de valor que realice en diversos foros: universidades, escuelas de teatro, revistas especializadas, talleres de escritura y crítica, mesas redondas, debates, prólogos, artículos, ensayos, y certámenes donde es miembro del jurado. Cuanto más alto vuele el pensamiento crítico del crítico, valga la redundancia, resultará el mejor aliado de la creación teatral. ¿Qué autor o creador escénico no agradecerá el análisis hondo y enriquecedor de un verdadero profesional de la crítica aplicado a un estreno teatral? Si un dramaturgo desea crecer como tal deberá ser sensible a toda crítica por adversa que fuere si la misma ilumina los puntos débiles de sus dramas. El sentido crítico que le llega de fuera supondrá el mejor de los regalos para su imaginación creadora. La complejidad del arte, la búsqueda de la verdad social y humana y de la perfección estética a través de experimentar con el lenguaje se verán beneficiadas con las aportaciones del análisis del crítico. Ahí la relación autor-crítico se complementa, uno necesita del otro y ambos sirven, desde sus parcelas, al arte teatral. Otra cuestión es lo que dice Cartault cuando señala que «lo molesto es la actitud del público frente a la crítica; el público es perezoso; no obstante, quiere tener una idea de la obra; pero en vez de hacérsela él, prefiere tomarla ya hecha, lo que le dispensa de leer y juzgar por sí mismo». Aquí cabría añadir que frente a ese público pasivo existe otro tipo de espectador, como deseaba Brecht, con sentido crítico, que precisamente por su actitud abierta y lúcida deseará confrontar su idea de la obra y de la puesta en escena con la idea de un especialista. En este caso, ambos, espectador y crítico también se complementan.

6 Sobre el valor de la crítica

Es sabido que el valor de la crítica está relacionada con la persona que la ejerce y el medio en que se difunde. A veces el crítico está por encima de ese medio, otras está a un nivel paralelo y en otras ocasiones por debajo, es decir, la influencia de sus trabajo teórico se le brinda la publicación en que escribe. También el papel de la crítica, su huella en el público depende de muy diversos factores, prestigio de la publicación, personalidad del crítico, ciudad o país donde se ejerce. «La crítica al día» sin duda ayuda u obstaculiza una producción teatral, un estreno. El máximo ejemplo podría representarlo The New York Times. En 1997, a raíz del estreno de Una Ofelia sin Hamlet en un pequeño teatro de Manhattan , pude vivir de cerca el poder de la crítica teatral. A los pocos días tuvo lugar un estreno de el Tricicle . Un crítico del The New York Times le asestó un golpe, injusto desde mi punto de vista, y el Tricicle tuvo que hacer las maletas y regresar a casa. Tenesse Williams en sus memorias comenta que después de un estreno se encerraba en la habitación de un hotel con una botella de whisky esperaba de madrugada la crítica teatral de un canal de televisión. Confesaba que pasaba unos momentos insoportables y que le era imposible conciliar el sueño sin saber si su obra seguiría viva en los escenarios.

El «boca a boca» quizá sea el medio más eficaz para lanzar o hundir una producción. Pensando en el papel del crítico teatral, hay que tener en cuenta que el crítico, por lo general, siempre se halla entre el grupo de espectadores que primero han presenciado la puesta en escena y que, por tanto, posee una información de primera mano de la que carece el volumen potencial de espectadores.

Ahora bien, la oferta de la cartelera teatral es variada como consecuencia de que el público de teatro tampoco es uniforme. Es probable que la opinión del crítico de teatro cuente menos entre el público del teatro-divertimiento y sea tenido más en cuenta por el espectador que asiste a un teatro del arte, como Peter Brook gusta denominar. El público que exige algo más que distracción a los escenarios es, por lógica, un público de mayor formación, y por ende más lector, y en buena lógica querrá saber a través de su periódico qué opinión le merece al crítico la puesta en escena que desea ver. El crítico contribuye a acercarle o alejarlo de ese butaca que pensaba ocupar.

Por último, dado la hora convulsa que nos ha tocado vivir, es de agradecer toda actitud que contribuya a configurar un mundo más habitable, sin dolor y feliz como sueña Peter Singer, ese filósofo de la ética práctica, y es que para hacernos creíbles en nuestros planteamientos de compromiso, una moral a más de formularse debe impregnar nuestro estilo de vida ya seamos autores, actores, directores, críticos y público. La responsabilidad es grande. Recibimos un legado de los antiguos griegos a modo de obra escrita y ceremonia teatral que explora al individuo humano en conflicto consigo mismo, con el otro y con su tiempo histórico. De modo que ese patrimonio que nos llega de Esquilo, por fijar una fecha, es un herencia estética y de pensamiento con capacidad de transformación social y humana. Ese legado hoy día sigue vivo y lo llamamos teatro.

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